Por: Javier Claure C.
Adolfo
Cáceres Romero nació, en Oruro (Bolivia), en septiembre de 1937. Cursó sus
estudios primarios en los colegios “Ildefonso Murguía” y “Jorge Oblitas”. Salió
bachiller del Colegio Nacional Bolívar de su ciudad natal. Posteriormente se
trasladó a la ciudad de Cochabamba por motivos de estudio, en donde obtuvo el
título de profesor de Literatura y Lenguaje. Desde ese entonces se afincó en
esa hermosa ciudad. Fue becario en España y en Uruguay.
Cáceres
Romero es un gran contador de historias y ha creado un universo literario
propio. Su intensa producción abarca diferentes géneros: cuento, novela,
ensayo, periodismo e investigación. Es así que se ha convertido en uno de los
escritores más importantes de Bolivia, y en un abanderado de su generación. Sus
obras han sido traducidas a varios idiomas, y han captado la atención de los
lectores y los críticos nacionales e internacionales. Es merecedor de muchos
premios y honores. Citaré algunos: En 1965, mereció una mención de Honor de la
Universidad Técnica de Oruro (UTO) por su cuento “Copagira”. Dos años más tarde
ganó el Primer Premio, con su cuento “La emboscada”, en un concurso organizado
por la misma universidad. En 1982 ganó el Premio Franz Tamayo con su libro de
cuentos “Entre ángeles y golpes”. En 1990 recibió la Gran Orden Boliviana de la
Educación. Además es autor de obras valiosas como, por ejemplo, el Diccionario
de la Literatura Boliviana e Historia de la Literatura Boliviana, escrito en
cuatro tomos. Ha ocupado cargos importantes y ha representado a Bolivia en
diferentes Simposios Internacionales de Literatura.
Hace
diez años tuve la suerte de conocerle. Nos encontramos algunas veces en un café
bohemio en pleno centro de Cochabamba. En otro viaje que hice a Bolivia, lo
visité en su casa una tarde calurosa, pero con una brisa agradable; me acuerdo
bien. Cuando toqué el timbre, me abrió la puerta y muy gentilmente me condujo
hasta su living. Mientras me conversaba con entusiasmo, dándole una
contundencia especial a sus palabras, noté su amor por los libros y la
literatura en general. Entonces, inmediatamente me di cuenta que era como una
biblioteca andando. Aquel día me obsequió su libro “La saga del esclavo”,
novela histórica inspirada en el ejército expedicionario argentino en su paso
por la Villa de Potosí. Para conocerlo más de cerca; dejemos que nos hable de
literatura y otras cosas:
- Tengo entendido que has escrito la “Nueva Historia de
la Literatura Boliviana”, en cuatro volúmenes, ¿podrías contarme al respecto?
Debes
saber que soy profesor de Literatura y Lenguaje; en tal situación, al enseñar
en los colegios Literatura Boliviana encontré que, tanto Enrique Finot como
Fernando Diez de Medina, historiadores de nuestra literatura, consideran que no
existe la literatura boliviana, menos todavía una literatura aborigen, al
extremo de que Ignacio Prudencio Bustillo, a comienzos del siglo XX, en su
artículo “Literatura Boliviana”, reproducido por Carlos Medinaceli en “Páginas
Dispersa” (1946) –donde reúne toda la obra de Bustillo–, éste dice: “De las
razas que forman la población nacional, sólo la blanca posee genio artístico.
Falto de imaginación y de sensibilidad, frío y reconcentrado, el indio es más
apto para el trabajo material de arañar la tierra o ahondar en sus entrañas,
que para atormentar su cerebro con las elevadas especulaciones intelectuales”,
concluyendo su análisis con: “el indio no es poeta, ni músico, ni pintor por
idiosincrasia”; por ahí también transitaban otros analistas de nuestras letras,
como: Rosendo Villalobos, Juan Francisco Bedregal, Ángel Salas y otros;
entonces, me propuse mostrar el esplendor de nuestra literatura, rebatiendo sus
juicios en el primer volumen de mi “Nueva Historia de la Literatura Boliviana”
(1987), dedicado a las “Literaturas aborígenes: Aimara, Quechua, Callawaya y
Tupiguaraní”; el segundo tomo, que salió en 1990, trata de la “Literatura
Colonial”; en el tercero, publicado en 1995, me refiero a la “Literatura de la
Independencia y del siglo XIX”; finalmente, el IV volumen salió el 2012, con el
título de “La Poesía Modernista y Social del siglo XX”. Actualmente estoy
trabajando en dos obras sueltas, que de algún modo son complementarias a mi
“Nueva Historia”: “Literatura Boliviana en el exilio” y “La novísima narrativa
del siglo XXI”, con las que espero culminar esta etapa de mi producción.
- En un artículo que
escribiste sobre la Guerra del Pacífico, decías que gran parte de los
bolivianos sienten cada vez más lejano el retorno a las costas del Pacífico.
¿Qué opinas de la demanda marítima boliviana contra Chile?
El
reclamo de los gobiernos civiles y militares se ha hecho repetitivo e
infructuoso; de ahí que inclusive intelectuales y escritores de la talla de
Jesús Urzagasti, quien en su novela “Tirinea” (1979), considerada novela
fundamental de Bolivia, dice, más o menos, que, como él nació en un país sin
mar, no sentía su ausencia. Lamentablemente, creo que muchos de sus lectores
piensan lo mismo; sin embargo, nos llegó Evo Morales, un indígena nacido en
Orinoca, pueblito perdido en el altiplano orureño; al acceder éste a la
Presidencia del país, fue más contundente en su reclamo y hasta cambió de
estrategia, haciendo que tal demanda se conozca en todo el mundo, al plantearla
ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Ahora bien, aunque Chile ha
sido arrinconado contra la pared, este país, amparado en su derecho de
conquista, como lo han hecho las grandes potencias, no cederá el puerto
soberano que se le pide de los 400 kilómetros de costa arrebatada; entonces,
como el mar es una causa boliviana irrenunciable, habrá un día en que Bolivia
estará en condiciones de reclamar no un puerto, sino la devolución total de su
litoral; desde luego que para ello, Bolivia debe dejar de ser la nación débil
que es hoy; en base a sus ingentes recursos naturales, debe potenciarse,
comenzando con educación y salud, de modo que su poderío esté por encima de las
armas. ¿Te imaginas a nuestro país con gente bien formada, gozando de buena
salud? Pasarán cien o más años, y Chile no tendrá más remedio que ceder.
- En el pasado han
existido en Bolivia dos movimientos culturales importantes. Me refiero a la
primera y segunda “Gesta Bárbara”, en las cuales participaron grandes literatos
del país. ¿A qué se atribuye la falta de un movimiento como ése en la
actualidad?
Nada
más ni nada menos a que los tiempos han cambiado. En 1918, “Gesta Bárbara” les
dio cierta notoriedad a esos poetas y escritores; de modo que volvió a florecer
en 1944. Ahora, siglo XXI, los escritores están más comprometidos con su
trabajo literario, que con formar agrupaciones. Hasta la Academia Boliviana de
la Lengua ha dejado de cobrar vigencia. Si piensas bien, el único nombre que
nos llega de “Gesta Bárbara” es el de Carlos Medinaceli, pero no por ser
miembro de esa agrupación, sino por su talento para la crítica y la creación
literarias.
- ¿De qué manera influye el nuevo proceso boliviano de
transformación social y política en la literatura?
Si
te fijas bien, recién podemos advertir los frutos artísticos de la nueva clase
emergente. Ahora sabemos que una mujer indígena, como Luzmila Carpio, es una de
las cantautoras más famosas del mundo, que da recitales en lengua quechua en
los escenarios más exigentes de muchas ciudades europeas, asiáticas y
americanas; actualmente ella reside en París; asimismo, uno de los más grandes
pintores de Bolivia, cuyas obras se exponen en galerías de todo el mundo, es
Mamani Mamani; en narrativa, Brayan Mamani es un notable exponente de nuestra
literatura; eso no es todo, por cuanto van apareciendo nuevas figuras; tengo en
mis manos, “El K’ita” (“El prófugo”), relato todavía inédito de Nolberto Marza
Quispe, narrador indígena del ayllu de Uncallani, colindante al de Orinoca, en
nuestro Oruro. .
- ¿Qué es lo que te indujo a escribir “La saga del
esclavo”?
Con
esa novela incursiono en el ámbito histórico de nuestro país. Refleja los
comienzos de la gesta independentista (1810), sobre todo el papel del primer
ejército auxiliar argentino –comandado por el Dr. Castelli– en suelo
altoperuano. Después de la victoria de Suipacha, el ingreso de Castelli en
Potosí fue como una señal que nos develaría una serie de fastos sangrientos,
hasta culminar con la separación del Alto Perú de las Provincias Unidas del Río
de La Plata. Lo que sí puedo decirte es que en “La saga”, abordo los hechos
históricos con pasión y suspenso; cada episodio para mí era como un desafío
para recrearlo de la manera más interesante posible; revivir esa época, no fue
fácil, me llevó varios años de investigación; luego diseñar la obra y dar vida
a sus personajes, fue más difícil todavía, por la cantidad de problemas que
encontré; los mismos que se los planteé al lector y que, desde luego, tuve que
resolverlos. Meterme a revivir las batallas y matanzas, como la de Guaqui y del
6 de agosto de 1810, puso a prueba mi capacidad de fabulación: No me puedo
quejar de su resultado, por la favorable reacción de mis lectores; tanto así
que luego me empeñé en escribir otra novela histórica, inspirada en la Guerra
del Chaco y en la defensa de Boquerón, con el título de “El Charanguista de
Boquerón” (2010), que fue galardonada con el Premio Nacional de Novela Marcelo
Quiroga santa Cruz.
- ¿Cuáles crees que son las mejores condiciones para
escribir?
¿Qué
puedo decirte? Tal vez lo principal sea estar dispuesto a hacerlo, pese a las
privaciones y dificultades que confrontará; sin pensar si se trata de una tarea
difícil, solitaria y no siempre bien remunerada. Pocos escritores viven de su
obra en nuestro país. No es fácil estar sentado, cinco, seis, ocho horas, en
fin, tecleando un ordenador para dar vida a una historia, durante meses y años.
Eso sí, te puedo asegurar que las condiciones ambientales no siempre son las
más propicias. Faulkner, al comienzo de su carrera trabajaba como albañil; de
ahí que escribía en los momentos de descanso sobre una carretilla volcada. Yo
escribía los fines de semana, por cuanto de lunes a viernes dictaba clases todo
el día, tanto en la Universidad Mayor de San Simón y a veces también en la
Católica y en un colegio nocturno (Jesús Lara), del que luego fui Director,
hasta mi jubilación. Trabajé 36 años en esas condiciones, pero nunca dejé de
escribir.
- ¿Qué es la escritura
según tu parecer?
Podría
decirte que es una forma de comunicación parecida a hablar, sólo que más
complicada, por el manejo de códigos lingüísticos; sin embargo, no es tan
simple, si te refieres a escribir una obra de arte. Este es un proceso notable
que se facilita con un método nacido de la experiencia y la creatividad, aparte
del talento para urdir tramas o expresar lo inefable, como ocurre con los
poetas. Esta labor me ha llevado a escribir mi “Manual Práctico de Lectura y
Redacción”, tal vez mi obra más exitosa, teniendo en cuenta que la octava
edición se halla prácticamente agotada; ahora estoy trabajando en la novena,
aclarándote que lo que hago es mostrar cómo funciona la Gramática en el proceso
de gestación de una obra.
- Por
último, ¿Qué le aconsejarías a un escritor joven?
Primero,
ese joven tiene que saber que la labor de escribir es muy seria, que exige una
entrega total, a no ser que quiera ser un escritor liviano, prescindible, sin
obra trascedente. Si ambiciona la gloria, que desde luego no siempre la
disfrutará en vida, tendrá que someterse de una manera total a leer y escribir,
por encima de todo. Muchas veces se hace una labor ingrata, pues no faltan los
que te ponen piedras en el camino, pero si eres persistente y tienes fe en lo
que haces, nada de ello te afectará. Como ocurrió con Kafka y también con
Edmundo Camargo, poeta nuestro que murió a los 27 años de edad; ambos jamás se
imaginaron que sobrevivirían póstumamente, gracias a sus obras. Kafka marca con
su nombre la actual literatura universal; en cambio, Camargo es uno de los más
grandes poetas de Bolivia y América; nos dejó sus poemas en hojas sueltas, que
tuvieron que armar otros poetas, como Jorge Suárez y Eduardo Mitre, para tener
ese hermoso libro al que le dieron el título de “Del tiempo de la muerte”
(1964), publicado póstumamente, el año que falleció.