PENBOLIVIA, filial COCHABAMBA

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viernes, 14 de agosto de 2015

MARIANO BAPTISTA GUMUCIO



Fuente: Los Tiempos, Demetrio Reynolds*

Los grandes espíritus atesoran un secreto talismán donde se sustenta la voluntad y de donde emana la fuerza para la acción y el pensamiento; es el motor que impulsa hasta agotar el último aliento de la vida… En los años 50 tras abandonar la militancia política, dice Baptista, “tomé partido de una manera apasionada por la cultura”, con una profesión de fe en que “su fomento y expansión salvaría a Bolivia”, ya que las riquezas materiales como la plata y el estaño “sólo nos han traído desgracias”.

La cultura viva, la que identifica, no está en los recintos burocráticos urbanos, está en los caminos, los paisajes y los pueblos. Cámara en mano, Baptista se interna por todas las vías posibles. Viajero impenitente y documentalista acucioso; observa, anota y traslada a la pluma y a la pantalla todo cuanto valioso encuentra. “Mi propósito fue hacer conocer nuestro territorio,…y elevar la autoestima y la fraternidad entre los bolivianos”. Los libros, las revistas, las separatas en los periódicos son el testimonio de esa inquietud.

Ese quijotesco periplo le deparaba a veces sorpresas. Hay gente que ni regalado quiere recibir un bien cultural. Recelo y miedo la mantienen abroquelada. Cuenta don Mariano que en Potosí, para entregar gratuitamente unos libros, tuvo que esperar dos  años; en Cochabamba tuvo mejor suerte: sólo algo más de un año le hicieron esperar para lo mismo. En otra ocasión se topó de plano con ese fatídico invento boliviano de cerrar con bloqueos los caminos. Y en el oriente, horas y horas  sobre el lomo ondulante de los ríos.  En toda actividad humana suele haber heroísmo. He ahí un ejemplo.

En tres campos se afincó mayormente su esfuerzo. El periodismo es una actividad de combate, “se pelea cuando se dice la verdad” (Martí). Pero ninguna tarea más ingrata, dice nuestro autor: “La edición de ayer ya no interesa a nadie, pero paradójicamente registra la historia del presente”.

La palestra de Última Hora, del que fue su director, le propició otra tarea. “Mi vocación periodística alimentó y fortaleció mi devoción por la historia”. Un conjunto de nombres célebres  y otros tantos libros  conforman la serie de estudios biográficos, junto a otros de carácter netamente histórico. En el rubro del ensayo figuran temas de gran interés nacional abordados con valentía y profundidad en el análisis crítico.

Al tema educativo dedicó varios volúmenes; los títulos de dos de ellos sonó a provocación para los levantiscos dirigentes sindicales: “Salvemos a Bolivia de la escuela” y  “La educación como forma de suicidio nacional”. Contienen la visión de una realidad insoslayable. ¿A qué escuela se refiere? A la que encierra “con crueldad 12 años a niños y jóvenes  en aulas que más parecen cárceles”.

Por la vasta producción bibliográfica y su incesante afán por la cultura, Baptista Gumucio es ante todo un gran ensayista como  Rodó, como Uslar Pietre, como Vargas Llosa: el mismo coraje, la misma pasión, con talento lúcido en el manejo de la pluma. A lo largo de sus páginas corre una prosa amena, sobria y precisa; un estilo atractivo que matiza a veces la áspera reacción inevitable con una sutil ironía. Al decir de Augusto Céspedes, está “escrita con piedad, pero no con amargura”.  

Concluyamos esta semblanza. Desde esta columna, los escritores del PEN Bolivia saludan con pleitesía a don Mariano Baptista Gumucio, significando su presencia  como una ofrenda a la tierra natal y a la vez de ésta el homenaje, por intermedio de aquellos, al ilustre hijo que la visita.

*El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.

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