El 16 de noviembre vivimos una velada inolvidable durante la presentación y conversatorio del libro "En su levedad de soplo" de la talentosa Luisa Rendón Vallejo. Este encuentro, organizado por PEN Cochabamba, no solo nos permitió acercarnos a la profundidad de su obra, sino que también nos invitó a ser parte de una experiencia única: la dinámica "Lector Imaginante".
En esta actividad, los miembros de PEN Cochabamba compartieron su voz al leer una de las poesías del libro, explorando las emociones, reflexiones y sensaciones que les despertaba cada texto. Fue un ejercicio de conexión profunda con las palabras y el alma poética de Luisa Rendón Vallejo.
Acerca de la presentación del libro “En su levedad de soplo" de María Luisa Rendón Vallejos
por Alejandra Carranza Gómez-García:
¿Cómo se reconoce a una poeta? Por la mirada, primero, y después a veces por la sonrisa. La mirada ve más allá de lo evidente y está siempre pendiente de cada sensación. La poeta mira con el tacto, con el olfato. La poeta palpa la textura del vacío danzando con las palabras, que son siempre valiosas. “Todas las palabras son mayúsculas para mí”, nos dice María Luisa Rendón, mientras vemos esa chispa en sus ojos que le permite fluir con las letras.
El hacer click con una poeta es un milagro, como cada acto de la vida, pero con la particularidad de hacer posible que a partir de ese momento cambien las cosas. El reconocer a esta poeta, que además es pianista y danzarina, me llevó a romper el silencio, pero no de una manera violenta, sino con la misma delicadeza que ella nos lee su poesía. La sutileza que percibí en ella va acompañada de una sabiduría profunda de quien ha aprendido a asimilar el dolor y ha hecho verso con ello.
La poesía de María Luisa Rendón se revela inspirada en la danza, pues el título “En su levedad de soplo” apunta a aquella calidad del movimiento de la bailarina que, eximida de las fuerzas de la gravedad, es capaz de acariciar el espacio imitando a una hoja o a una pluma que vuelan al viento. Pero nuestra poeta también se inspira en su experiencia como pianista, recordando que la misma manía con la que toca las teclas, en búsqueda de la perfección del sonido, es la que le lleva una y otra vez a practicar la escritura hasta, por fin, llegar a ser una POETA, con todas las letras de la palabra y en mayúscula.
¿Cómo hace la poeta un mito de la palabra? ¿De qué manera el silencio forma parte de la estética en su poética? Éstas y otras preguntas encuentran respuestas en los versos de María Luisa, que descubre el secreto de lo que oculta la vida con las palabras y revela lo aún no dicho incluso en la brevedad. Y hablando de la sonrisa, ésta es todavía más particular que la mirada en la poeta, pues no es una expresión ya dada. Su sonrisa tiene el dejo de una tristeza profunda que también ha sido saboreada. El misterio habita en la consciencia de la fragilidad misma de la felicidad y la vida. Eso es poesía.
En definitiva, además de la mirada y la sonrisa, una poeta se reconoce observando sus manos. Cómo danzan al viento cuando explican una idea. Cómo dan vuelta la página y doblan la esquina de aquel poema señalado para ser leído ante los oídos imaginantes. La poeta expone sus manos dando evidencia de su identidad, que no está lejos de ser la misma que la de aquella “chiquilla malévola” que danzaba y tocaba el piano.
La poeta toma en sus garras el silencio, para recoger lo que queda del sonido en el espacio. Arqueando los dedos, arrastra tras de sí el aire que contiene el vacío, para completar la obra. Y al final, la luz se reconoce como el personaje recurrente en sus versos, siendo aquello que alumbra en su sonrisa como una necesidad de su verdadero rostro.
La autora María Luisa Rendón
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