Raúl Rivero Adriázola (*), Los Tiempos
Qué difícil es escribir un cuento. Quien lo intenta está obligado a seducir
y, mejor, asombrar al lector desde la primera línea, y no le quedan muchas más
para desarrollar la trama y culminar con un adecuado y, mejor, inesperado
final. A diferencia del cuento oral, que goza de la ventaja de aprovecharse
para gustar de las inflexiones de voz o las pausas que sepa hacer el narrador
para atraparnos en las redes de lo relatado, son las mismas palabras y cómo son
puestas sobre papel, en su intrínseca sonoridad, las que deben sugerir u
obligar esas inflexiones o pausas en el lector.
De ahí que, a los que como en mi caso, preferimos la novela antes que el
cuento, nos maravillamos más con un buen escritor de relatos breves y, por lo
mismo, también le exigimos más de seducción y asombro. Por eso, en mi
biblioteca figuran pocos cuentistas, pero los tengo en un escalón más alto de
mis preferencias que a la mayoría de los novelistas que más aprecio. Poe,
Borges y Cortázar, Arreola y Monterroso, Rivas y Kertész, Céspedes y
Scott-Moreno, son algunos de los que primero se me vienen a la memoria, como
habitantes de ese olimpo de mis predilecciones.
Con la agradable novedad de que la autora boliviana Magela Baudoin ganó el
ya prestigioso y jugoso premio García Márquez, inmediatamente me vino a la
memoria el precioso libro de cuentos “Fronteras Desbordadas”, de Beatriz Ruiz
(Editorial 3600, 2013). Y la razón de esa ligazón mental entre el premio y esta
autora tiene que ver con el estilo. Aunque escrito en este siglo, al leer
“Fronteras…” uno tiene la excitante sensación de deja-vu, de volver a los años
del mundo “Real Maravilloso”, aquellas palabras casi olvidadas que trataban de
explicar el rico e incontinente universo literario de los autores del “Boom” y
en el que García Márquez figura como ineludible emblema y obligada referencia.
Es que Ruiz juega con el lenguaje y con las situaciones que describe con la
misma habilidad que si de un autor de los años sesenta o setenta del siglo
pasado se tratara, sumergiéndonos en un mundo de maravillas por lo insólito de
sus personajes y lo asombroso de los hechos narrados, que nada tienen que
envidiar a los relatos que Gabo y compañía nos entregaron en aquellos mágicos
años para las letras latinoamericanas.
En el caso de Magela, el anzuelo para atraer al lector es diferente. Ella,
más bien, encandila con su excelente y bien pulido uso del lenguaje, con sus
descripciones precisas y diáfanas, en las que no falta ni sobra adjetivo o
verbo, en el que dice lo que quiere decir con inteligencia, y punto; aunque hay
que reconocerle trazos de influencia de ese real maravilloso en algunos de sus
cuentos. Ese admirable empleo del lenguaje no solamente hace difícil para el
lector el soltar su magnífica “La Composición de la Sal” (Plural Editores,
2014), obra merecidamente ganadora de referido galardón internacional, sino que
le obliga a dar una y mil vueltas a las excelentes tramas. Y, tal vez, ahí esté
otra gran diferencia entre estas dos magníficas cuentistas. Mientras Ruiz nos
describe cosas más de campanario, algunas sólo entendibles por quienes
habitamos estas tierras, la propuesta de Baudoin es más cosmopolita, incluso
cuando arma historias con escenario local, por lo que su lectura es seguramente
más fácil para el público de otras latitudes.
Empero, al margen de esas diferencias, que en nada desmerece a una o pone
por encima a la otra, ambas son dos ejemplos de autoras que poseen el
envidiable secreto de saber introducir en sus relatos las adecuadas dosis de
seducción y asombro, para que no podamos hacer a un lado el libro hasta su
punto final y saborearlo en la memoria aún mucho tiempo después de haberlo
concluido.
El leer a autores bolivianos de tal aptitud y habilidad para entregarnos
relatos tan bien logrados, como lo consiguen Ruiz y Baudoin, nos confirma con
orgullo que, hoy por hoy, las letras bolivianas están viviendo un momento de
gran nivel, donde parece darse una sana e imaginativa competencia entre
talentos jóvenes –y, algunos, no tanto– que han elevado en grado sumo la
calidad de lo producido en novela, cuento, ensayo y poesía. Creaciones dignas
de reconocimiento internacional, para beneplácito del ávido lector, estímulo
para el potencial escritor y regocijo para nuestros editores y libreros.
Fuente: http://www.lostiempos.com/lecturas/varios/varios/20160102/baudoin-y-ruiz-de-m%C3%A1rquez-premio-y-estilo_328147_728919.html
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