Gaby Vallejo y su editor Werner Guttentag (al centro), en una reunión de PEN
"¿Literatura en Bolivia? ¡Imposible!", me dijo una vez alguien
cuando quise debatir con él sobre literatura boliviana –y eso es exactamente lo
que está escrito en la contratapa del libro "Guttentag - La vida del
editor judío Werner Guttentag entre Alemania y Bolivia", que publiqué hace
algunos años. Lo "imposible"
se hizo "posible" en 1950, cuando Werner Guttentag, que había llegado
a Bolivia como refugiado judío-alemán a finales de 1939, tomó la trascendental
decisión de difundir la literatura boliviana en su recién fundada editorial Los
Amigos del Libro. Una de las primeras autoras que publicó fue Gaby Vallejo,
nacida en 1941 en Tarata, bastión de los poderosos terratenientes en una época
en que los indígenas todavía eran peones en las haciendas como siervos sin voz
ni voto.
De niña, Gaby Vallejo fue testigo de la revolución
de 1952, cuando los siervos fueron liberados del régimen feudal y la tierra se
repartió a quienes la trabajaban. Describió estos acontecimientos en su novela
"Hijo de Opa", con la que ganó en 1976 el premio de novela "Erich
Guttentag" establecido por el editor Werner Guttentag. Desde entonces, el
libro se convirtió en un clásico de la literatura boliviana y en uno de sus
mayores éxitos de venta. A parte de innumerables reediciones, fue traducido al
inglés y llevado al cine. La obra no sólo manifiesta los destinos humanos de
las víctimas, sino también de los agresores a través de los hijos de un
terrateniente que lo pierden todo en la reforma agraria mencionada. El
latifundio y la servidumbre, implantados a la llegada de los españoles en el
siglo XVI y mantenidos hasta 1952, eran sin duda las principales causas de las
injusticias sociales y raciales que aún hoy existen en Bolivia hasta hoy en día
pese a los importantes progresos que se han logrado en los últimos tiempos.
Ya en 1973, la joven escritora se dio a conocer
cuando, en plena dictadura militar, publicó la novela "Los
Vulnerables", en la que reflexionaba sobre el entorno y el fracaso de la
guerrilla urbana a través un grupo de adolescentes y estudiantes que apoyaban
la lucha del Che Guevara en Ñancahuazu. "Sí, claro, era literatura de
protesta, de denuncia y crítica social en el sentido del Che Guevara", afirmó
en una de nuestras conversaciones. Gaby Vallejo y otros escritores de
mentalidad abierta, incluido su editor Guttentag, arriesgaron literalmente su
pellejo en aquella época. Este círculo adquirió una gran notoriedad no sólo en
Bolivia, sino también en el resto del continente y con sus libros contribuyó,
sin ninguna duda, decisivamente a crear el clima intelectual para el retorno a
la democracia y a lograr una fortificación de los valores nativos en la
sociedad boliviana.
Tras el retorno a la democracia en 1982, Gaby
Vallejo fue una de las primeras autoras bolivianas que abogó en sus libros por
la emancipación de la mujer. Inolvidable quedó el episodio en el que, con
motivo del 50 aniversario de la editorial Los Amigos del Libro, rechazó un ramo
de flores que quisieron entregarle. "Todos los varones recibieron un
paquete de libros y las mujeres un ramo de flores", contó sonriendo. "Cuando
llegó mi turno, agarré el micrófono y dije que yo era una mujer que leía
posiblemente más que todos los hombres juntos que habían recibido un paquete de
libros, así que, por favor, que a mí también me regalen libros en vez de flores.
Me dieron los libros, y entregué mis rosas al hombre que subió al escenario a
continuación".
Gaby Vallejo, maestra y pedagoga de formación,
también escribía literatura infantil, y eso con el mismo compromiso que mostró en
la literatura de protesta y de mujeres. Ejemplos de ello son los cuentos
"Juvenal Nina" (1981) y "Mi primo es mi papá" (1989).
Juvenal Nina es un niño campesino que es transportado milagrosamente al pasado
y experimenta la grandeza de sus antepasados, los incas. En "Mi primo es
mi papá" influyó la experiencia de vida de la propia escritora referente
al machismo y la violencia, muy extendidos en nuestro país. Según sus palabras,
escribió la historia para concientizar a sus hijos respecto al tema, entre
ellos Américo que más tarde lo perdió trágicamente por una enfermedad.
Igualmente demostró su compromiso para los más
pequeños, cuando con un grupo de profesoras fundó una biblioteca para niñas y
niños socialmente desfavorecidos, llamada Thuruchapitas,
"mejillas de barro". Parte de esta actividad consistían en la
organización de rondas escolares, mesas redondas de niños lectores, diferentes
talleres y campañas de lectura en las cuales, por ejemplo, varios autores leyeron
sus obras en micros de transporte público. Enseñó durante mucho tiempo como docente
de literatura en la Universidad Mayor de San Simón y fue la iniciadora y
presidenta del centro PEN Bolivia, una asociación internacional de escritores
que defiende la libertad de expresión.
Durante su gestión en PEN, una vez el gobierno
retrasó el pago de un importante premio de literatura, dotado con una suma de
dinero, porque el ganador había sido supuestamente "racista" y había
publicado artículos de prensa críticos con el Gobierno. "Una democracia no
tiene por qué tener miedo a las palabras", declaró en esa oportunidad valiente
y públicamente. "Sólo las dictaduras tienen miedo a las palabras".
Gaby Vallejo acababa de cumplir 70 años en ese momento y no estaba cansada ni callada
para nada – y así fue hasta el día de su sorpresivo fallecimiento hace unas
pocas semanas atrás.
Por Stefan Gurtner, educador y escritor, miembro de
PEN-Bolivia filial Cochabamba